01 mayo 2008

Mi opinión sobre un artículo

Ligeramente editado el Lunes 19 de Mayo de 2008.

Los invito a leer un artículo del periodico el tiempo que me pareció bastante agradable y sobre el cual escribí el comentario que está al final del post.

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La generación del bicentenario

Dos generaciones excepcionales consiguieron transformar al país en su momento. La generación de la Expedición Botánica, que hizo la Independencia, y la generación que surgió al conmemorarse el centenario de la Independencia y a la cual le debemos la gran reforma social que modernizó a Colombia y la puso en el siglo veinte.


Los centenaristas aparecieron en un momento difícil. Nuestro país venía agobiado por las secuelas de la guerra de los Mil Días, la pérdida de Panamá y la pobreza de siempre. Jóvenes como Enrique Olaya Herrera, Alfonso López, Eduardo Santos, Laureano Gómez, entraron en la arena política a partir de la celebración del Centenario de la Independencia, el 20 de julio de 1910, animados por el propósito común de implantar en Colombia una democracia real. Contaron para el arranque con un gobierno admirable, presidido por un hombre admirable, Carlos E. Restrepo.


No es el caso hacer la historia menuda de esas dos décadas, en que la nueva generación se preparó para asumir el poder. Basta decir que 1930 no fue sólo el año en que cayó el régimen conservador y subió el régimen liberal, sino el año en que una generación reemplazó a otra y asumió los destinos de Colombia. A los centenaristas liberales les tocó ejercer el gobierno, si bien es preciso y justo reconocer que muchos ilustres centenaristas conservadores le prestaron su efectivo concurso a la obra de inmensa transformación social que se efectuó en la República Liberal, entre 1930 y 1946. Sin olvidar que los gobiernos de Rafael Reyes (apoyado por el liberalismo), de 1904 a 1909, el republicano de 1910 a 1914, y los conservadores de 1914 a 1930 efectuaron importantes adelantos materiales, la obra cumplida en todos los órdenes por la República Liberal es cosa que todavía nos asombra.


Los gobiernos neoliberales que vinieron a partir de 1946 tardaron sesenta años en destruir lo que los centenaristas construyeron en sólo dieciséis años. Al fin lograron su nefasto cometido. Ya estamos de nuevo como antes de 1930.


Ahora vamos a celebrar los doscientos años de la Independencia y parece que la generación del Bicentenario, que entrará en la liza en el 2010, está forjada en el mismo crisol en que se fraguó la del Centenario. Los jóvenes de 1910 debían enfrentar un país conventual dominado por el clero ultraderechista y por una oligarquía feudal, como la describió el entonces jefe de los conservadores de izquierda, Laureano Gómez. Los jóvenes del 2010 tendrán que lidiar con un país dominado por las mafias del narcotráfico en connivencia con la misma oligarquía feudal, que cambia de dueños, no de costumbres.


Las condiciones tecnológicas de hoy harán que la carrera de la generación bicentenarista hacia el poder sea más rápida que la de hace cien años, emprendida por la centenarista. De hecho, ya su vanguardia ha tomado posiciones. Ahí tenemos en el Senado, en la Cámara y en el Concejo de Bogotá a jóvenes como Juan Manuel Galán, Simón Gaviria y Carlos Fernando Galán, pero detrás viene un ejército de muchachas y muchachos (polistas, liberales, conservadores y, sobre todo, independientes) muy brillantes, con ideas propias, y decididos a darle un vuelco hacia adelante a su país, igual que lo hicieron aquellas juventudes del bicentenario.


La tarea que les aguarda, más que difícil, es temeraria. Deberán reconstruir un país devastado por las doctrinas económicas neoliberales, con índices de pobreza y de miseria espeluznantes y una protuberante desigualdad de oportunidades. La generación bicentenarista tendrá que hacer la segunda gran reforma social de nuestra historia moderna. Se le atravesarán por el camino las mafias de corte feudal, que contratan sicarios para eliminar a quienes amenacen sus repugnantes intereses. Si la generación bicentenaria no logra vencerlas y acabar con la cultura mafiosa que se adueñó de Colombia, el país se habrá perdido para el siglo veintiuno.


No es menos oscura hoy la situación internacional que en 1910. Los del centenario surgieron en medio de las tensiones imperialistas que en 1914 provocaron la guerra más sangrienta y mortífera, la primera con el carácter de mundial. Esas circunstancias, sin embargo, nos favorecieron por haber estado lejos del escenario bélico y al margen del conflicto, en el que se emplearon armas terribles, de alcance limitado. Hoy nadie estaría lo suficientemente lejos de una bomba nuclear y de nada valdría declararse neutral si las tensiones que vivimos condujeran a la tercera guerra mundial.


Mientras tanto, preparémonos para celebrar con dignidad el Bicentenario de la Independencia colombiana y latinoamericana, y el advenimiento de una nueva generación que, como sus antecesoras de 1810 y de 1910, está destinada a ser la protagonista de grandes y decisivos acontecimientos.

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Enrique Santos Molano


Inspirador artículo, soy joven y aunque no me interesaría mucho entrar en la política, sí siento que escritos como estos, hacen que confiemos y trabajemos -así sea desde otros escenarios- por un futuro mejor para Colombia, en donde desafortunadamente, pareciera que los principios son sólo para recriminar a los demás pero nunca para moderar nuestras conductas.


De cualquier forma no se puede esperar que esta generación del bicentenario, espontáneamente y sólo por nacer bajo ciertas condiciones aberrantes, vaya a cambiar a nuestro país, las semillas ya nacieron, pero si siguen creciendo sobre tierra árida puede que se conviertan en más de la maleza que supuestamente debían erradicar.


Ojalá hayan más escritos como estos, y ojalá se creara una conciencia colectiva que reclamará tener unas condiciones, sobre todo morales, que permitan que después del bicentenario el país se encamine a superar la pobreza y la violencia, está conciencia ayudará a educar a los bicentenaristas con la idea de que tienen una gran responsabilidad y oportunidad en sus manos.


De cualquier forma, no es muy alentador que todos los ejemplos que da Enrique Santos, sean “delfines”, hijos de una esperanza efímera de hace dos décadas de reformar el país, o de un expresidente cuyo gobierno según el autor, es uno de los que destruyeron las conquistas de los centenaristas -aunque tal vez sea simplemente la mala maña de generalizar, pero eso es lo que se deduce del artículo-. De cualquier forma, creo que aunque no hay que olvidar de donde vienen las personas, no se las debe juzgar por eso, sino por sus acciones, y por lo poco que conozco de estos jóvenes políticos, creo que han realizado un trabajo más o menos bueno.


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